miércoles, 6 de mayo de 2015

Un perro para un cabrón.

Tengo un vecino al que ha dejado su mujer y para compensar la pérdida se ha comprado un perro.
La idea no me parece mala, todos conocemos lo leales y buenos compañeros que son estos animales, el problema radica en que a mi vecino le faltan todas las neuronas que un día decidió dejar en el gimnasio cultivando su cuerpo para compensar alguna que otra pérdida más anatómica.
Él, que un día al volver del entrenamiento se encontró a su mujer dándole picadero en la cama a un potro mucho menos musculado, quiere ahora imponer disciplina militar a un animal cuyo único error ha sido cruzarse en su camino, sin voluntad propia, sin alternativa, como tantos otros.
Se levanta muy temprano para pasear la Laica, que así se llama la bóxer que ha decidido acoger como compañera presuponiendo que ésta le será más fiel, se calza toda su equipo deportivo y sale a la calle, cornamenta incluida.
Hasta aquí la historia no tiene nada de sorprendente, un tonto más que a falta de dinero para sustituir lo que los anabolizantes le han dejado de polla por un buen coche, ha optado por algo más económico que a su vez también pueda someter y lucir en público.
Lo curioso de la historia es que el tipo da diez pasos y le ordena al animal que se siente, si ésta no lo hace tira del collar de castigo que lleva puesto y la deja inutilizada para poder dar otros diez.
Así comienza su jornada matutina, con serias dificultades para atravesar los marcos de las puertas y dando tirones del collar del animal a la vez que mantiene la cabeza bien alta para disimular unos cuernos que le impiden razonar con normalidad.
A la hora de la comida la cosa se pone aún más interesante, llena el cacharro del Laica y cuando ésta se lanza a degustar lo que le pertenece vuelve a pegarle gritos diciéndole que comerá  solo y exclusivamente cuando él se lo ordene, y el animal le mira fijamente con las orejas agachadas no sé si de pena o vergüenza al intentar comprender al castrado mental que le ha tocado por dueño.
De repente grita; ¡come! Y el pobre animal se queda paralizado. Cuando el animal comienza a comer el grita; ¡ahora no! Y ella se tumba en el suelo sin saber qué hacer. Entonces él vuelve a gritar; ¡estúpida! Y así, supongo que suple en cierto modo las carencias que como macho en la cama y fuera de ella no ha sabido satisfacer.
De momento Laica es pequeña y su única ambición es morder zapatillas y olisquear rincones donde marcar un territorio. De momento entiende pocas órdenes e incluso mueve la cola al verle llegar. De momento Laica lo mira desconcertada pero pronto pasara a mirarle con rencor, el único sentimiento que sólo puede anidar en la cabeza de un animal al que han apaleado de pequeño.
Quizá un día se le enfrente cansada de tanto sometimiento y se revele, o se marche con otro tipo menos guapo y más hombre, como hizo su mujer.