sábado, 20 de septiembre de 2014

El cuento que debió ser carta del hombre que quería vivir.

Esta es la historia de un hombre que se llamaba Paco Sanz y quería vivir. Para alcanzar su meta fue a buscar a otro hombre sabio que le dijera cómo hacerlo.
Cuando llegó hasta el lugar y viendo que no tenía tiempo se sentó delante del hombre sabio y le preguntó. Éste se quedó pensando un instante y acordó que el precio a pagar por lo que quería le sería cobrado en el momento de su muerte.
-No me queda tiempo- dijo el hombre-. Padezco una enfermedad extraña y si quiero ahorrar el dinero suficiente para vivir no podré morir hasta conseguirlo- El sabio se quedó pensando y el hombre regresó a su casa.

A la mañana siguiente el hombre encaminó sus pasos hacia la casa de un segundo sabio. Cuando le tuvo delante le pidió que le dijera la manera de conseguir tiempo:
-¿Para qué quieres tiempo?- dijo el sabio-. Necesito conseguir dinero para pagar un viaje- respondió el hombre-. No me queda tiempo y si consigo un poco más, podré ahorrar lo suficiente para pagarlo. Tiempo y dinero son la misma cosa, ya que de ambas depende mi vida.
El segundo sabio acordó que podría darle un poco de tiempo, pero el precio del tiempo siempre se abonaba por adelantado.
-No tengo dinero- dijo el hombre-. Si necesito tiempo para conseguirlo y tampoco dispongo de él  ¿cómo voy a pagarlo antes de lograrlo?- El sabio se quedó pensando y el hombre que quería vivir regresó a su casa.

Una mañana más, y delante de un tercer sabio, el hombre pensó que aunque perdiese un poco del tiempo que le quedaba quizás fuese buena idea contar su historia. Comenzó diciendo que padecía un cáncer genético y que necesitaba viajar a Cleveland. Allí existía un tratamiento experimental que valía 50.000 euros y se administraría en seis meses. Que el hospital del que dependía su curación le pedía un aval bancario de 18.000 euros, del cual se descontarían esos 50.000 antes mencionados.
Explicó que se moría. Cobraba 700 euros de pensión y 550 tenía que gastar en el tratamiento que ahora tomaba. Que en su país, a partir de Octubre, también tendría que pagarse la quimioterapia, y ésta rondaba los 250 euros más. Explicó que estaba desesperado porque se pasaba el día postrado en una cama con fuertes dolores, la poca fuerza de que podía disponer la utilizaba cada mañana en recorrer el camino que separaba su casa de la casa de un hombre sabio, para pedir ayuda. Tenía miedo a quedarse dormido en el trayecto y no despertar, a no poder realizar siquiera aquel simple viaje. Había querido comprar tiempo para pagar su viaje, pero el tiempo valía dinero y a él, no le quedaba el suficiente para ganarlo. 
El sabio se quedó pensando mientras el hombre agachaba la cabeza, y antes de que éste saliera por la puerta dijo:
- Yo no puedo ayudarte, sólo me dedico a hacerlo con animales, las personas tocan demasiado la fibra sensible. Si tomamos como ejemplo al perro sentimos ternura, nos hace pensar en la crueldad de las personas. Si ayudo a animales cualquiera que me vea no tendrá la necesidad de exponerme sus problemas para que le ayude. Si alguien viera que te ayudo a ti, que me implico contigo, pensará, y con razón, que él tiene el mismo derecho a recibir una ayuda similar. Me lloverían peticiones, súplicas, incluso exigencias. La gente suele ser egoísta cuando quiere algo para sí. No piensa en la persona a la que solicita el auxilio, sino en su propio egoísmo. Si a otro le doy una repuesta negativa, se lo tomará como algo personal y comenzará su "odio encarnizado hacia ese hijo de puta que no quiso ayudarme" Yo no puedo permitir que eso suceda- concluyó el hombre sabio.
Un cuarto sabio le explicó que se dedicaba a la política. Su trabajo era muy complicado porque tenía que inventar leyes que rigiesen la vida de los hombres y no tenía tiempo para perderlo en uno sólo. El hombre que quería vivir pensó que si todos los hombres tenían el tiempo tan limitado como él, la tierra se quedaría sin hombres, aunque llena de leyes que a nadie podrían regir.

De regreso a casa se sentó a descansar sobre una piedra, a la sombra de un gran árbol sobre el que vigilaba un búho casi dormido. El hombre sintió miedo y desesperación. Lo vió todo oscuro y comenzó a llorar. 
-¿Por qué buscas en casas de hombres sabios solución a tu problema?-dijo el búho.
-No dispongo de tiempo- dijo el hombre que quería vivir-. Sólo un hombre sabio, que ha pensado tanto como para llegar a ser sabio puede ayudarme.
-Los hombres sabios no son malos- dijo el búho-. Pero si dejan de pensar por un instante pierden parte de la sabiduría que han acumulado durante años. No puedes perder tu poco tiempo así. Tienes que buscar el dinero que necesitas para vivir en casas de hombres que estén lo suficientemente ocupados como para no pensar tanto. Tienes que encontrar el tiempo que necesitas en casas de hombres cargados de problemas.
-¡No puedo hacer éso!- exclamó el hombre-. ¿Cómo voy ha hablarle de mi problema a hombres que tienen también problemas que resolver?
-Escribe una carta- dijo el búho-. Cuenta en ella que quieres vivir por encima de todo y no te queda tiempo. Los hombres cargados de problemas suelen solidarizarse con otros en su misma situación. Se verán reflejados en ti, pensarán que si te ayudan quizás alguien haga algún día lo mismo con ellos.
Pide en tu carta aportaciones pequeñas para pagar ese tiempo que necesitas, recuerda siempre que los hombres cargados de problemas también necesitan dinero para resolver los suyos. No será tan importante la cantidad de dinero que puedas recibir de cada hombre como la cantidad de hombres que puedan hacer un pequeño donativo. Piensa que entre muchos se puede conseguir algo grande.
Entrega tu carta a uno de esos hombres cargados de problemas, al leerla se sentirá identificado y le costará menos hacer una pequeña aportación. Lo importante es que la carta circule en manos de otros iguales a él, ya que esos otros podrían verse inclinados a hacer lo mismo.
-Estoy cansado- dijo el hombre-. He gastado parte la la energía que me quedaba en caminar y son tan fuertes mis dolores de cabeza que no me permitirían escribir esa carta. No soy un hombre sabio, sólo soy un hombre enfermo al que no le queda tiempo siquiera para esperar a que mi carta la leyera todo el mundo.
-Yo te ayudaría- dijo el búho-. Pero sólo sé escribir cuentos, y aunque son dos maneras diferentes de contar la misma historia, podemos intentarlo. ¿Quién sabe?- continuó el búho-. Quizás un día, uno de esos hombres sabios que tanto piensan inventen un aparato en el que con sólo apretar un botón tu carta llegue a muchos hombres a la vez. El problema será entonces convencer a los hombres para apretar ese botón, pero éso ya lo pensaremos más tarde, ahora vamos a comenzar ese cuento...
Y así comenzó el cuento que debió en un principio ser la carta de un hombre que quería vivir llamado Paco Sanz, y la locura de un búho solitario.

Ahora sólo queda esperar que algún sabio invente el aparato ( si no está inventado ya), que los hombres cargados de problemas dispongan de cinco minutos de su tiempo para leer este cuento, aportar un pequeño donativo, o apretar el botón. 
Ahora Paco, sólo te queda esperar...

Fátima.


A Paco Sanz, Marymadrid y Maite.

Ayuda a Paco Sanz: http://www.ayudapacosanz.com