En el momento de despojarme de todo envoltorio carnal te pido que seas inmisericorde. Que ahogues mi último soplo de aliento en tu saliva sin temor al dolor físico que nos acompañará en adelante. Déjame odiarse, déjame que el último resquicio de fuerza que me quede sea para soñarte un instante. No tengas piedad, mantén despierto mi celo constante, mantén tus ojos clavados en mi mientras me ahogo en tu humedad asfixiante.