jueves, 27 de marzo de 2014

Rincones oscuros.

El la única postura que me reconozco mis tobillos descansan sobre tus hombros mientras tus manos agarran con firmeza mis piernas para amainar su temblor.
Es así como pasan mis noches, imaginándote inútilmente hasta caer rendida en brazos de cualquier rincón, hasta conseguir el dolor que me proporcionas.
Preferiría mil veces rendirme a tus pies antes de abandonarme en brazos de cualquier sueño que no lleve a tu cuerpo. Arrastrarme sucia hasta tu sexo húmedo y subir hasta él enredada en tus piernas.
En la única postura que me reconozco la textura caliente de tu lengua dibuja círculos entre los pliegues incandescentes de mi sexo de hembra, haciendo que cualquier prenda que lleve encima moleste, dejando llagas de dolor en los bordes de la piel.
No sé reconocerme de otro modo si no es a través del placer que imaginarte me provoca. No sé vivir de otra manera que no sea a través de tus ojos, cuando pacientes, esperan el momento oportuno de captar el instante en que me derramo para ellos.
No sé reconocerme de otro modo que no lleve implícito mi nombre en tus labios, mientras susurras cerca de mi cuello palabras que pervierten el sentido de mi dignidad.
No quiero otra postura que no sea debajo de ti, ni más reconocimiento que el que adquiero, cuando al cerrar los ojos, mis tobillos vuelven a descansar sobre tus hombros, y muerdes sin misericordia mi sexo caliente, rizado y húmedo de hembra.