Ninguna imagino que la parte trasera estuviera vigilada por aquel tipo con pintas de portero de discoteca. Tampoco imaginaron su reacción cuando las vio llegar y les dejo que saltaran por allí con sonrisa cómplice. Ya estaban dentro y la oscuridad de la noche también se ponía a su favor.
A la mañana siguiente la noticia había alcanzado límites inimaginables y su amistad y el largo camino que a ambas les quedaba por recorrer no había hecho nada más que comenzar.
Se llamaron por teléfono y rieron recordando la hazaña. Próximo destino, Badajoz...