miércoles, 11 de septiembre de 2013

La carta.

Querido amigo, en mi peregrinar de pensamientos incoherentes he llegado a la conclusión de que nuestra extraña relación va en declive. Mi corazón ha vuelto a retomar su ritmo habitual y el condicionamiento selectivo que en un principio me produjeron algunos sonidos va extinguiéndose a medida que pasan los días.
No sé el número que harás en la lista de personas que dicen haberse distanciado de mi por mi carácter. Ni siquiera tengo la seguridad de que sea tuya la culpa. De lo que estoy totalmente segura es de que gracias a ti me he dado cuenta de que no es el mundo el que vive en mi contra, soy yo misma.
Sé que es difícil conectar con alguien que no le ha encontrado a la vida suficientes objetivos o metas, también sé que no saber lo que realmente se desea es complicado, pero estoy segura de que lo que eriza la piel es la intencionalidad movida por el deseo, no por el consejo.
Quiero vivir de principios como el que he tenido contigo, buscarte en otros rostros que digan bonitas frases en el comienzo aunque terminen siempre por distanciarse. Cambiar cuando note que inevitablemente la relación llega a su fin para volver nuevamente a sentir el comienzo.
Ahora comprendo aquello que me dijiste de que siempre habías sido infiel, que habías tenido muchas amantes porque la motivación está en el cambio, en los diferentes olores o voces. Creo que en el principio radica lo maravilloso...
No me quedaré en ningún lugar el tiempo suficiente como para vivir el declive de lo inevitable. Quiero vivir lo que has vivido tú, conocer otras voces y olores, otras palabras de las que desconfiar y otra humedad...
Quiero llegar a tu edad y decir que siempre he tenido amantes porque ninguna de ellas por separado me ha proporcionado la humedad suficiente como para clavar una bandera en su piel y hacer de ella mi único territorio posible.
Quiero cerrar hoy la puerta que te abrí convencida desde el primer momento que dejarte entrar sería un nuevo fracaso, pero te he sentido querido amigo, eso tengo que agradecértelo.
Has estado ahí con una paciencia infinita cuando yo sólo intentaba echarte de mi lado, has aguantado estoicamente mis cambios de humor y mi inseguridad. Has proporcionado humedad en una mente y desbordado sus efectos sobre la piel que creía muerta. Has hecho que piense en ti cada segundo del día, que llore y ría a la vez, que viva...
Has conseguido que mi sexo despierte y te reclame, que mis manos guiadas por las tuyas se hayan ruborizado al contacto con la piel, que te desee con un hambre infinita y te extrañe sintiendo puñaladas en el estomago, ganas de ti.
Has sido capaz de tantas cosas...
Eres un tío grande que me ha enseñado demasiado. Sólo me queda el agradecimiento hacia tu persona, y decirte, que cuando tenga tu edad, quiero ser como tú...