viernes, 27 de septiembre de 2013

Héroes.

Siempre han existido héroes, personajes de ficción que a todos nos han acompañado en nuestra infancia. Caricaturas que han llenado de color y entretenimiento nuestros primeros años y con los que algunos hemos dejado volar nuestra imaginación. Héroes que han llegado en el momento oportuno al sitio indicado, que han rescatado a la chica de las fauces del personaje de turno o simplemente han muerto para que seamos conscientes de que la maldad existe, dejando un vacío interior lleno de un sordo recuerdo.
Recuerdo aquella vez en la que yo misma tuve un héroe en mi cabeza. Jamás le conocí pero me hablaron de él durante los primeros años de vida y en mi mente infantil le di forma, lo materialicé hasta llegar a imaginarle de una manera casi perceptible. También recuerdo hoy la noche que me pasé esperándole, asomada a una pequeña ventana desde donde se veía perfectamente una parada de taxis, donde él llegaría para conocerme. No recuerdo ya los taxis que conté aquel día porque ha llovido mucho desde entonces, pero lo que si recuerdo es a mi madre cogiéndome en brazos y llevándome a la cama; callada, pensativa, triste...
Desde aquel día debí de haber dejado de creer en ellos, pero siempre fui algo cabezota, y si la experiencia me había dejado un amargo sabor de boca con pocos años, seguí buscado a mi héroe particular en cualquier lugar a partir de entonces.
Cuando tuve edad suficiente para entender historias de más de diez páginas mis héroes llegaron de mano de los libros. He de reconocer que jamás me gustó que me obligaran a hacer algo donde tuviera que pasarme más de media hora con toda mi atención fijada en el mismo tema, pero lo que en un principio me pareció aburrido, a medida que profundizaba en un libro y me fundía con la trama que alguien había creado para mi, le abría un mundo de posibilidades inimaginables a mi cabeza, pasando a encontrar por aquel entonces mis héroes en los libros.
Todos hemos necesitado héroes para sobrevivir, incluso hemos buscado las virtudes de ellos en sitios equivocados por necesidad o simple curiosidad. ¿Quién no ha buscado también a un héroe entre las sábanas? ¿Quién no ha cometido alguna vez el error de querer ver un héroe donde simplemente sólo existía necesidad de autoengaño?
Con los años cambiamos y creemos necesitar menos auxilio porque la edad nos va endureciendo poco a poco y la figura del héroe parece que cobra menos importancia. Nos rodeamos de amigos, parece que somos capaces de tomar decisiones porque hemos madurado, pero en mi caso, la figura del héroe seguía teniendo su lugar aunque no hubiera aparecido, es algo así como saber que en el fondo existe aunque no haya tenido la suerte de encontrarle nunca.
Seguimos creciendo y cuando menos lo esperamos porque quizás estemos cansados de buscar durante años el héroe aparece un día, y sin decir nada se instala en el sillón menos cómodo de tu casa. Al principio no eres capaz de reconocerlo, porque incluso has olvidado que le buscabas, pero todo héroe que se precie de serlo tiene que estar dotado de una buena dosis de paciencia, y saber esperar...
En mi caso la figura del héroe llegó un día a mi vida y antes de que pudiera darme cuenta se metió dentro de mi, pasó a formar parte de mi cabeza. Era un tipo extraño al que podía decirle cualquier cosa que nada de lo que le dijese le iba a ofender, eso es lo que me llamó la atención de mi héroe, su parsimonia, su recatada tranquilidad y su paciencia. Si yo era la bomba de relojería mi héroe era la dinamita húmeda que a ambos nos garantizaba largos periodos de paz y serenidad. Si yo necesitaba arder mi héroe se aseguraba de esconder bien el mechero y si por casualidad yo lo encontraba, se pegaba a mi lado para que ardiéramos juntos. Sí, mi héroe era un perfecto héroe de los que salían en aquellos cómics o libros infantiles, un héroe de verdad.
Pero como en los cuentos o películas los finales no siempre son bonitos también mi héroe tenía sus defectos, y llegada la hora de una mala noticia a su favor decidió tomárselo con calma, sentarse en algún cómodo sillón de esos que te garantizan buenas vistas y a un camarero despistado que le trajera algo para beber aunque no fuese precisamente lo que había pedido.
Sé que mi héroe no tiene un espíritu muy luchador, lo sé porque aunque le he conocido tarde así le he imaginado durante años, salvando a la chica del cuento aunque tuviese que dejar su vida en el camino. También sé que incluso aunque se sea un auténtico héroe la vida puede dar un giro de repente y quitarte el disfraz de golpe, bajarte de la cuerda y arrancarte la capa en pleno vuelo. Sé tantas cosas que odio haberle reconocido tan tarde y tener ahora la sensación de que me falta tiempo y de que la vida es una auténtica mierda. Odio saber lo que hoy sé.
Me gustaría sinceramente encontrar la manera de terminar esto que he comenzado, las palabras adecuadas que te reconforten, el ánimo que he visto que la gente te da, pero no es eso realmente lo que yo quiero decirte desde aquí, maestro, no sé si sabría explicarme...
Me gustaría no tener que estar tan lejos en este momento y poder mirarte a la cara, de frente, donde no hicieran falta palabras porque me entendieras a la perfección con un simple gesto.
Me gustaría que hubieras llegado a mi vida mucho antes, porque ahora sólo me queda la sensación de haber dejado de buscar y quizás ese haya sido mi error.
Me gustaría poder llenarte la cara de besos y el alma de vida, estar a tu lado y ayudarte a seguir porque egoístamente me haces falta...
En mi vida imaginé que un hombre pudiera hacerme vivir tanto en tan corto espacio de tiempo, maestro, quiero que lo sepas.
Y sólo una cosa más... Si ahora que por fin he encontrado a mi héroe se te ocurre marcharte antes que yo, procura esconderte muy bien, porque si existe otra vida y me dejas, donde quiera que te metas te encontraré, y créeme, temerás haberme conocido.